Si hubiera una garantía que al hablar de cualquier tema que causa conflicto, quita el sueño o provoca malestar, todo quedaría resuelto, lo más probable es que no existirían problemas en las relaciones personales.
Sin embargo, la realidad es que para la mayoría de las personas, hablar de temas complicados implica, primero que nada, tener que luchar internamente consigo mismo para confrontar sus miedos, creencias y falsas expectativas que confunden a la mente e impiden hablar con claridad y sin carga emocional.
Uno se la piensa mil veces antes de hablar de “ese” tema, con “esa” persona porque, desde antes que se inicie la conversación, ya se siente la carga y se puede pronosticar una discusión acalorada. Ya sea porque en cuestiones similares sucedió que, al hablar, se despiertan sentimientos reprimidos, o bien se sabe que se utilizan palabras hirientes, con tonos de voz elevados y hasta se han inventado acusaciones y suposiciones mal informadas.
Sea lo que sea, hay conversaciones difíciles que se tienen que llevar a cabo, a pesar del malestar o del miedo que éstas puedan representar. El callar y vivir cargando con ese malestar no resuelve nada. De hecho, termina por matar la relación y roba la paz personal. Y en casos extremos puede incluso afectar la salud personal.
Tristemente sólo se necesitan diez segundos que no son suficientes ni siquiera para poder terminar la primera frase… cuando ya se escucharon esas palabras que molestan y provocan un ruido espantoso en el alma. Entonces se desencadenan malos recuerdos, alguna de las personas se siente atacada, criticada y la otra se le sube la furia transformándose en una llama ardiente e hiriente. Como resultado, todos salen perdiendo ya que el problema seguirá creciendo.
Una vez que están todos alterados, la comunicación se fractura y cada persona involucrada se desconecta olvidando el objetivo inicial que se habían propuesto: Terminar con un malestar que se pudo aclarar y resolver.
Cuando uno puede enfocarse y controlar su necesidad de tener la razón y opta por ser claro, conciso, directo y sin explicaciones innecesarias, los resultados son fantásticos. No hay reproches, ni gritos o malentendidos.
La persona que habla y se expresa sin rodeos, se libera, obteniendo un sentimiento de satisfacción, paz y sobretodo se construye un nuevo lazo de confianza y de comprensión que fortalece la relación en lugar de dañarla.
Hay que reconocer que, para llegar a un buen entendimiento, muchas veces habrá que aceptar que el beneficio de vivir en paz es mayor que la insistencia de tener la razón.
Quizá se puede coexistir entendiendo que ambos tienen un punto de vista válido y no siempre apuntan en la misma dirección. Aprender a escuchar para entender el otro punto es esencial para “cruzar” el campo de batalla y poder firmar la paz.
La receta: Conversaciones efectivas
Ingredientes:
- Valor – valentía para iniciar la conversación dejando de lado el ego
- Tolerancia – aprender a respetar las ideas y los temperamentos de los demás
- Claridad – reconocer el beneficio de vivir con armonía
- Control – aceptarse a uno mismo y no dejar que las emociones lo traicionen
- Integridad – hablar con el corazón y sin suposiciones o creencias falsas e irreales